Cuando el llamado del compromiso social toca nuestra puerta, no hay forma de escaparse. La misión de trabajar para y por el prójimo a veces nos plantea retos que parecerían difíciles e incómodos de aceptar, pero una vez que tomamos el reto, empezamos a vivir también las historias del prójimo: abandono, pobreza extrema, abuso, explotación. Niños sin escuela, sin familia, sin el alimento necesario para sustentar sus vidas. Adolescentes envueltos en situaciones extremas y ajenas a su edad; o ancianos casi anónimos, abandonados a su suerte por los suyos y por la comunidad a la que pertenecen…